lunes, 25 de octubre de 2010

Él...


Tras mis pasos la niebla y delante una puerta, había dos opciones, abrir la puerta o huir a la oscuridad, quizás dudé un instante, pero apenas pasó ese segundo decidí abrir la puerta. Y ante el chirrido de las bisagras oxidadas una luz cegadora me hirió las pupilas, acostumbradas a la oscuridad de la estancia. Una vez dentro de la habitación, aparentemente vacía me fui acostumbrando a esa luz cegadora y brillante. Apenas pude ver algo, aprecié que la habitación no estaba amueblada ni había nadie allí. Como movida por un resorte miré hacia arriba, tal fue mi sorpresa que caí de espaldas al suelo frío y duro. Habia mesas en el techo y aprecié a una persona también. Estaba de espaldas, así que solo pude saber que tenía el cabello negro relativamente largo. No sé como mis pies empezaron a hacerse más y más ligeros hasta que mi cuerpo entero flotó y como si la gravedad cambiara de posición, choqué contra el techo, que ahora era el suelo. Sentí el dolor real del impacto en todo mi cuerpo, apenas podía moverme. La otra persona se giró y me ayudó a levantarme tendiéndome su mano fría como el hielo, pero aun habiéndose girado no le reconocía el rostro, era como si no tuviera, me era muy familiar y a la vez desconocido, tanto que lo tuve que olvidar... Cuando se inclinó, sonó un estallido y justo en ese momento caí al suelo de la realidad, tras un largo tiempo de letargo.
Nuria Ryden Ross Fletcher

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