miércoles, 10 de agosto de 2011

Y no hay nada como tu amor como medio de transporte.

Ya no me llueve. Ese es el tema del que hoy quiero escribir. Cuatro palabras simples, pero complicadas de algún modo, o al menos dentro de mi fuero interno sí que lo son.
Me he dado cuenta de las largas etapas que se dan en la vida. Soy joven, siempre lo digo, pero ahora sé que he pasado por muchas cosas, algunas mejores que otras. Y puedo decir que casi todas las cosas han sido malas, pero me han hecho aprender y sobre todo madurar, eso es una de las mejores cosas, supongo. Pero no quiero desviarme, no hoy. Estaba hablando de las etapas porque creo que debo relatar un poco de cada una, simplemente para aclarar un poco la idea que quiero expresar.
Bien, el principio de todo es la infancia, como supongo que sabréis, lo que conlleva la inocencia. En esta etapa no sabemos nada de lo que hacemos ni de lo que realmente es el mundo. Y lo que nos esperamos de él es lo que queremos que suceda. Y todos te tratan con sensibilidad, porque eres más pequeño y dependiente. La dulzura de tus padres, de tu hermano mayor (aunque de vez en cuando te molestara), tus amigos, los juegos, las sonrisas que te brindaban las personas sólo con ver tu risa inocente. Tus juegos sin sentido, las bolsas de chuches que te compraba tu madre algunas tardes, el colegio era divertido también. La vida parecía un constante juego y sólo llorábamos porque no se nos concediera algún capricho de niño pequeño. La inmadurez combina de maravilla con un ser infantiloide como un niño, porque apoya la inocencia y al fin y al cabo, es lo que nos hizo felices, ¿no es cierto? Qué fácil resultaba ilusionarse cuando se tenía corta edad. Un pequeño regalo, una tarde en el parque, un cumpleaños en las grandes piscinas de bolas de colores que tanto nos gustaban. ¿Por qué tendría el ser humano que crecer? Todo el mundo es feliz de este modo, así que, ¿qué hay de malo en ser una persona infantil? Yo lo soy y a veces eso me salva de mis pequeñas bajadas de humor, es como una dosis de azúcar. Prosigo con el camino de las etapas del que hablaba:
Después de muchos años viviendo de esta forma anteriormente relatada, ¿qué es lo que esperas del mundo? Un lugar feliz. Nunca pensabas entender a las personas que lloraban, que estaban tristes, ¿qué motivo podría hacer llorar a alguien aparte de habérsele negado unas chucherías? Después de muchos años manchándonos la ropa con nuestros juegos, de fabricar barro para imaginar que es comida, de buscar lombrices en el patio del colegio, llega la adolescencia, la etapa más difícil y cambiante (dicen) del ser humano. ¿Y qué pasa con aquello llamado adolescencia? No sé, aún estoy dentro de ella, quizás no pueda decir todo lo que haya que decir sobre ella, pero puedo decir algunas cosas, supongo, siempre desde el punto de vista de la experiencia de lo vivido. Yo cuento mi entrada en la adolescencia desde los trece, o quizá los catorce. Ahí todo empezó a no ser tan feliz como parecía ser todo. Los padres empiezan a ser más duros y menos tiernos, menos dulces, ya no te compran chucherías pero a ti te siguen gustando. Tu hermano ya no te trata con delicadeza como antes, ahora solo pareces alguien más ahí en casa. Ya no tienen ilusión, ya no quieren saber que has hecho nuevo. Ya no te preguntan que has hecho en el colegio/instituto, ya no se preocupan tantísimo, ¿verdad? Entonces empiezas a buscarle un sentido a todo, no por nada en especial, sino porque la mayoría del mundo necesita buscarle un sentido a lo que hace, quizá la diferencia es que algunos encuentran un motivo sencillo y otros lo buscan lejos y entonces es cuando se vuelve complicado, pero luego llegaremos a eso. El caso es que empiezas a buscar, buscas tus motivaciones para todo, buscas algo nuevo que te haga sentir lo que sentías de pequeño cuando te bañabas en bolas de colores. En esa búsqueda lo encuentras todo y te das cuenta de muchas cosas. Es más, yo diría que ahí es cuando empezamos a conocernos a nosotros mismos. Empezamos a vivir la música realmente (o al menos creo que la inmensa mayoría, dejando de lado los tipos de música), empezamos a averiguar quienes son nuestros verdaderos amigos y a veces, como me pasó a mí, nos damos cuenta de que realmente no tenemos verdaderas amistades a quienes decirles todo. Sólo son amigos de calle y juego, de diversión, yo sé que quien lo haya pasado lo entiende, así que no me demoraré explicando eso. En fin, en resumen, te das cuenta de lo que crees que te conviene. Y ahí llega tu primer amor, correspondido o no. Y en ambos caso llegamos al sufrimiento más tarde o más temprano. Cuando no es correspondido nos sentimos desdichados y bastante horribles, ahí nos sobrevaloramos bastante, creo. Entonces sufrimos, pero no creáis, se sufre menos de esa forma, lo sé porque yo sufrí más tardíamente y sé que hubiera dolido menos no ser correspondida. En fin, ya sabéis por qué supongo... Si eres correspondido eres tan inmensamente feliz, sientes que acabas de encontrar el sentido a tu vida y dejas de buscar. Ese es el error, dejamos la búsqueda apartada y la olvidamos, incluso a veces, olvidamos lo que somos en el transcurso de una relación primeriza. Pero eso nunca importa al principio. Sólo importa que le amas y te ama y que será para siempre. Pero al cabo de un tiempo, no importa cuánto pero siempre llegará ese momento (las excepciones al menos no son demasiadas), algo se resquebraja por dentro de ambos, o quizás sólo por dentro de uno de los dos. La mejor  forma, en la que no se sufre demasado, es cansarse de amar siempre a la misma persona, saber que ya no le amas tanto como en principio, empezar a dudar si realmente soportarías una vida entera a su lado. Quien te parecía el ser perfecto ya no lo es tanto y sin embargo otras personas terceras parecen más hermosas y perfectas, más dulces y amorosas. Hay quien se deja llevar por esas sensaciones que les provocan las terceras personas, otros intentan arreglar eso que se resquebraja y vuelven a amar durante un tiempo con más intensidad. Pero todo termina en algún momento cuando antes se ha resquebrajado algo. Así que de una forma u otra acabas por pasarlo mal. Y ahí llegan las grandes depresiones de la adolescencia. Cuando crees que estás completamente en soledad, que ni tus amigos están ahí. Al principio no quieres buscar un motivo para vivir, porque crees que el motivo se ha marchado de tu vida o porque simplemente estás cansado de buscar. Pasas un tiempo así, tiempo que acaba por finalizar aunque te parezca imposible. Un día abres los ojos y te das cuenta de que nada es tan malo. Te quitas la venda que te hace daño y comienzas de nuevo. Te levantas sabiendo que has aprendido algo más y que eres más maduro, que ya no caerás en lo mismo que antes y que repararás tus fallos anteriores. Y así te pones de nuevo a andar y a buscar, pero con más conocimientos, ya no andas tan a ciegas y ya no esperas tanto del mundo en el que vives, pero sigues esperando un nuevo momento para ser feliz, porque al fin y al cabo ese es la motivación, ser feliz, tú. Y ahí entra el motivo de porqué escribo. El motivo es un nuevo motivo, nunca mejor dicho y sintiendo toda esta redundancia. Eso que decía de que no me llueve en este momento lo decía por lo siguiente:
Últimamente pasaba un poco de todo, era feliz porque había descubierto que si no me comprometía demasiado con el mundo, si no me metía muy dentro de él, era más fácil vivir. Y decidí amar en vez de odiar, pero no quiero hablar de eso, porque de eso ya hablé en mi otra entrada. Pero yo sentía que una lluvia interna me seguía lloviendo, me caía en la cara, y aunque no me molestaba decidí que tenía que buscar un paraguas (todo esto metafórico, espero que sepáis a lo que me refiero, pero es que no creo saber describirlo de otra manera). Entonces me di cuenta de que no podía encontrar un paraguas entero y que además parte de mi yo formaba casi todo el paraguas. Sólo necesitaba un par de trozos para que me cubriera por completo. Y he de reconocerlo, los he encontrado. El primero en mi mejor amiga y el segundo en una persona muy especial. Y ya está, ahora me siento más completa, porque aparte no tengo agujeros en mi paraguas (entiendan por agujeros el odio o las rencillas con otros) y sé que mi paraguas es fuerte ahora y que lo más probable es que se rompa, pero no voy a desanimarme por eso, al contrario, se trata de cuidarlo lo más que se pueda y eso implica cuidarlos a ellos también. La felicidad nuestra a veces implica la de los demás, pero no entera, obvio. Pero si no quieres sentirte solo esto es lo mejor que puedes hacer, seguir buscando. Por eso sigo diciendo como siempre que seáis valientes y que busquéis, porque más allá de "toda esta mierda" hay alguien que os espera para daros sentido y motivaciones. Suerte en vuestra búsqueda. Y si encontráis lo que yo digo le encontraréis sentido al título de esta entrada y a la frase con la que quiero acabar más abajo. Saludos.
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Digo que esta vida es llevadera sólo porque sientes tú lo que yo siento.
Gracias Álvaro, por enseñarme algo nuevo de la vida y gracias María por enseñarme a seguir riendo a tu lado a pesar de todo. Gracias por enseñarme a amaros como nunca. A los dos.

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