martes, 24 de agosto de 2010

Esto va dedicado a una persona muy especial (:

Se extendía ante mí un hermoso prado de hierba perfectamente tintada de verde, había árboles por todos lados y a la derecha un río de aguas limpias y transparentes. Frente a mí se extendía un escenario con decorados de color plateado. Sobre él tocaba un grupo muy conocido, y además una de sus canciones más famosas. Estaba disfrutando del concierto, cuando pude notar que no estaba sola. A mi izquierda estaba ella, me miraba tiernamente con sus delicados ojos color canela. Su pelo era casi rubio a la tenue luz del sol y su piel, apenas visible, era blanca como la nieve, convertida en un dorado brillante escondido detrás de cada rayo de sol. Sonreía detrás de unos aparatos, hasta el momento nunca me pareció una sonrisa tan bella y tan pura. Su naricita me pareció tan mona y tan perfecta que por un momento me paré a pensar si era un ángel, todo el conjunto era tan perfecto como el de uno, pero yo sabía que no lo era, que estaba en la realidad, en mi realidad. Vivía mi día a día, sentía mis alegrías, mis penas, siempre me comprendió, y allí estaba, junto a mí, como siempre lo estuvo, como ella prometió. Sonriente como nunca, se notaba que se deshizo del miedo y que no importaba en ese momento nada más, solo ella y yo. Ella y yo. El escenario se desvaneció y desapareció entre la oscuridad de unos árboles, convirtiéndose en la nada. Yo seguía allí sentada, en la hierba dorada debido a los reflejos del sol. Ella se tumbó sobre esa hierba y tiró de mí hasta que me caí a su lado. Entonces unos aspersores empezaron a echar agua y nos mojamos enteras, la brisa y el agua estropearon nuestros cabellos y estábamos despeinadas, probablemente teníamos un aspecto tan gracioso que empezamos a reírnos sin parar. Eran de esas carcajadas que nunca olvidas, porque te lo pasas bien de verdad y estaba con ella, con mi regalo más especial. Supongo que era mi momento, el momento para ser feliz, de no preocuparse por nada ni nadie. Solo ella y yo. Nos levantamos y notamos la ligera brisa veraniega que cubría hasta la más escondida hoja de los altos árboles. Recuerdo que me caí y que me hice daño, pero ella me cogió de la mano y me ayudó a levantarme, como siempre hacía. Era todo tan real, tan sincero. Entre ella y yo fluía un sentimiento, algo más que lo que se tienen entre conocidos, amigos, o incluso hermanos. Era un sentimiento especial, nuestro sentimiento, sencillamente perfecto. Siento que la quiero muchísimo, que si fuera un chico, sería mi pareja perfecta, pero ya que es una chica simplemente es mi tesoro más preciado, ella es mi mejor joya, la más valiosa. Y luego, cuando anocheció, vimos la puesta de sol juntas y después contamos cada una de las estrellas que cubrían el azul cielo. Juntas vimos anochecer y juntas vimos amanecer. Juntas...

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